domingo, abril 30, 2006

tener para siempre ya los mismos ojos, los mismos dientes, los mismos brazos, ellos van a estar conmigo para siempre, ellos que me entregan el mundo, que me comunican con lo demás. Cuando ellos ya no estén, ya nada me unirá con este mundo, no podré saber nada de vosotros, yo sólo me quedaré y no podré sentirme ni a mi mismo. TENGO MIEDO....

viernes, abril 21, 2006

EL DIA DEL LIBRO: PALABRAS VACÍAS

El mucho leer priva al espíritu de todo elasticidad; es como mantener un muelle bajo la presión continua de un grán peso. Y el método más seguro para no tener pensamientos propios es coger un libro en la mano en cuanto disponemos de un minuto libre.
Esta práctica es la que explica por qué la sobrecarga de erudición hace a tantos hombres más trivales y simples de lo que por naturaleza son y priva a sus escritos de todo éxito.
Eruditos son aquellos que han leido en las páginas de un libro; los pensadores, los hombres de genio, han leido directamente en el libro de la naturaleza.

Las revistas literarias deberían alzar un dique frente al garabateo sin escrúpulo de nuestro tiempo y el diluvio creciente de libros inútiles y malos. Con juicio incorruptible, justo y severo, deberían fustigar sin piedad toda chapucería de un intruso, todo emborronamiento de cuartillas con que el cerebro vacío acude en socorro de la bolsa vacía, es decir, al menos el noventa por ciento de los libros, combatiendo así la manía literaria y el embaucamiento en lugar de fomentarlos con su infame tolerancia, en alianza con el autor y el editor, para robar al público su tiempo y su dinero.

Arthur Schopenhauer

lunes, abril 10, 2006

LOS DEFENSORES DEL TRABAJO.

En la exaltación del trabajo, en los incansables discursos acerca de la bendición del trabajo veo la misma oculta intención que se esconde en las alabanzas de las acciones impersonales de utilidad común: el miedo de toda realidad individual. A la vista que ofrece el trabajo (me refiero a esa dura actividad que se realiza de la mañana a la noche), podemos comprender perfectamente que éste es el mejor policía, pues frena a todo el mundo y sirve para impedir el desarrollo de la razón, de los apetitos y de las ansias de independencia. Y es que el trabajo desgasta la fuerza nerviosa en proporciones extraordinarias y quita esa fuerza a la reflexión, a la meditación, a los ensueños, al amor y al odio; nos pone siempre ante los ojos un mundo nimio, y concede satisfacciones fáciles y regulares...
De este modo, una sociedad en la que se trabaja duramente y sin cesar, gozará de la mayor seguridad, y ésta es la seguridad a la que hoy se adora como divinidad suprema. Pero resulta (¡que horror!) que el trabajador es quien se ha vuelto peligroso. Proliferan los individuos peligrosos, y detrás de ellos se encuentra el peligro de los peligros: el individuum.

En Aurora, de Friedich Nietzsche: